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Batalla de Tucumán: Intimidades y Testimonios (Argentina) (página 2)




Enviado por Alberto Pereira Rios



Partes: 1, 2

-VIII-

Recelos e Incertidumbres

"Contaba en su arsenal, con solo 600 fusiles, y de éstos, solo 215 con bayonetas, 21 carabinas y 34 pistolas para la caballería"

Ante la invasión realista, Buenos Aires era presa de recelos e incertidumbres. la opinión que campeaba tanto en el gobierno como en el pueblo en general, eran coincidentes en señalar que el general Belgrano no inspiraba confianza, ya que se le concedía poquísimas aptitudes militares; además, su división no estaba "operable", por su escaso número y su deficiente equipamiento. No obstante, era la única fuerza disponible que el gobierno disponía para hacer frente a la irrupción realista por el norte.

Vicente Fidel López: "En cuanto a su ejército, el cuadro era lúgubre hasta rayar en mortal; la cuarta parte de sus soldados estaba en el hospital postrados por las enfermedades y sobre todo por el "chucho" (1) No contaban sino con 600 fusiles, y de esos mismos solo 215 con bayonetas, nada más que 21 carabinas y 34 pistolas de caballería; en el parque no había disponibles sino 34.000 cartuchos; los cuerpos desnudos y en esqueleto, hacían apenas un total de 1.500 hombres. Era pues indispensable que se le mandasen más tropas, más armas, más municiones, más recursos, más dinero; y en esto tenía razón, porque muy bien podía habérsele enviado los regimientos de infantería N° 5 (antes 1) , el N° 2 y dos escuadrones , por lo menos, del regimiento de Granaderos a Caballo, que habrían bastado para pulverizar en un minuto todo cuanto podían traer Tristán y Goyeneche mismo.

Lo cual no dejar de ser una apreciación muy subjetiva. Ya que "pulverizar en un minuto", suena a un tanto a arrogante, ¿verdad?

Veamos; en algunas batallas libradas en algún tiempo y lugar, no ha resultado ciertamente determinante para el ejército vencedor, el número de sus efectivos y la calidad de su equipamiento; en tales ocasiones, lograron suplir tales carencias con argucias, determinación y valor. Tucumán es uno de esos ejemplos. Por cierto, la división de Belgrano adolecía de todo lo material, menos de aquellas virtudes y ésas, en grado superlativo.

Ejemplo de lo opuesto, es lo que le ocurrió al ejército de Buenos Aires, que había vencido a la fuerza realista en Montevideo, y que fuera luego destinado al Alto Perú, contaba éste con un equipamiento como nunca lo tuvieron los ejércitos de Belgrano, sin embargo, sufrió una vergonzosa derrota, al no contar con las aptitudes mencionadas (2)

Notas VIII

  • 1-Fiebre causada por el paludismo.

  • 2-Ver en www.monografías.com : "En Sipe-Sipe se perdió algo más que una batalla".

-IX-

Movimientos Preliminares

"Tal fue el estado de subordinación, amor al orden, patriotismo y disciplina a que el "chico majadero" pudo reducir el ejército de su mando en poco tiempo" L. Lugones.

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1796/1868

LORENZO LUGONES: Revistaba entonces como cadete. Afirma en sus Memorias: "El enemigo escarmentado en el río Las Piedras, había hecho alto entre Metán y Yatasto y ocupado por unos días en tomar sus medidas, nos dio motivo para prepararle un buen recibimiento en Tucumán. Santiago del Estero y Catamarca se preparaban también para auxiliarnos. El entusiasmo fue general. Tucumán llevando la iniciativa en la resolución heroica de los pueblos, había jurado no ser ocupado por los realistas y lo cumplió sin omitir sacrificio. El ejército por su parte correspondió las esperanzas de un pueblo, dispuesto a todo género de sacrificios menos el de rendirse a los enemigos. Desde el momento que llegamos a Tucumán, emprendimos un trabajo constante, sin perder tiempo y omitir ninguna medida de las que debían asegurar el plan de una batalla que iba a decidir la suerte de la patria. El general Belgrano altamente comprometido a una acción decisiva, y teniendo que habérselas con un enemigo muy superior en número, que desde el Desaguadero había marchado por el camino de los triunfos, con la atención al pueblo, al ejército y al enemigo no descansaba un solo instante. Su cuartel general reducido a un corto número de hombres corría tras él a caballo y a todas horas, ningún individuo de los de su pequeña comitiva desensillaba el caballo, no siendo para mudar otro. El ejército parecía que adivinaba los pensamientos de su general, bien se podía creer que, entre ambos, había un espíritu de emulación, cada cual, cumplía mejor con sus deberes. El uno mandando y el otro obedeciendo. Tal fue el estado de subordinación, amor al orden, patriotismo y disciplina a que el "chico majadero" pudo reducir el ejército de su mando en poco tiempo. Belgrano, en aquellos días de preparativos para la batalla, era dueño de la confianza general y vio con satisfacción, cumplirse al pie de la letra todo cuanto él ordenaba.

Se puede decir que no le quedó cosa por hacer, con un ejército que le obedecía ciegamente y un pueblo que le guardaba las espaldas. Nuestros soldados ubicados en los suburbios de la ciudad, esperando al enemigo parecía que se impacientaban ya por salir de aquel estado, que muchas veces suele colocar al guerrero entre la duda y la esperanza. Tal era su estado cuando el enemigo su marchó contra nosotros"

El plan de Belgrano tal como en su oportunidad le manifestara al gobierno, consistió en esperar al enemigo fuera de la ciudad y de espalda a ella, acometer a los realistas en cuanto estos tomaran presencia ante nosotros, y, en caso desgraciado, defenderse dentro de la plaza hasta el final.

Tucumán estaba asentado sobre un área amesetada, favorable para el despliegue de la caballería, especialmente hacia el sudoeste del pueblo donde se extendía una llanura llamada Campo de las Carreras.

Previo, el general patriota había reconocido el terreno ubicado en la parte norte del poblado donde esperaba ver aparecer al enemigo. Sin embargo, estos tenían otros planes: atacarlo por la espalda a fin de aislarlo, y obligarlo a salir en su búsqueda o inmovilizarlos dentro del pueblo, hasta que tuvieran que rendirse al cortar sus comunicaciones con sus fuentes de recursos. Queda claro que el plan del general realista era mucho más sagaz y correcto que el del general argentino.

El día 23, el ejército realista se había hecho visible en un punto llamado Los Nogales, cuatro leguas al norte de Tucumán y sus avanzadas se habían aproximado hasta cerca de media legua de su posición con fines de reconocimiento, las que desaparecieron completamente, en horas de la tarde. En el punto mencionado, se abren dos caminos, hacia el sur uno, el cual se orienta por el este en dirección de Santiago del Estero y pasa muy cerca de Tucumán; y el otro, se dirige hacia Córdoba en medio de las suaves pendientes del oeste, en lo inmediato entronca con un arroyo pantanoso llamado Los Manantiales.

Hacia el crepúsculo el ejército patriota volvió a la plaza al abrigo de una eventual sorpresa. Al otro día de madrugada, retomó la posición anterior. Sin embargo, con el paso de las horas, Belgrano fue advirtiendo que no se registraba el menor movimiento sobre su frente, nada, que indicara la proximidad del ejército realista.

Ocurrió que, Tristán no habrá considerado prudente aventurar un ataque de frente presumiendo que la ciudad podría estar defendida con trincheras y fuertemente artillada. Razón por la cual se inclinó por el plan que ya fuera comentado. Eran ya como las ocho de la mañana cuando Belgrano tuvo la primera noticia del movimiento circunvalante del enemigo.

La Madrid: Revistaba como teniente de dragones. "Avisado muy luego por nuestras partidas de observación que el ejército enemigo se había puesto en marcha por el camino de Los Pocitos, (A Santiago del Estero) dejando el carril principal a su izquierda, fui destinado por el señor general a observarlo en esa dirección, con una partida de doce dragones y darle parte. A la media hora de haberme separado en aquella dirección, encontré la vanguardia enemiga que marchaba a pocas cuadras adelante del ejército y con un cuerpo de caballería a la cabeza por entre los pajonales de que abunda aquel campo. Así que descubrí dicha fuerza me presenté a su vista, provisto ya de unos tizones de fuego que mandé sacar de un rancho, y mandé a mis soldados prender fuego a las pajas por tres puntos paralelos a mi frente e hice volar el parte al general indicándole que el enemigo tomaba su dirección al poniente del pueblo y que yo había empezado a quemar el campo para obligarlo a recostarse a la falda del cerro.

Los enemigos destacaron una fuerte partida a perseguirme pero yo, tiroteándola en retirada me burlaba de ella, mandando quemar el campo por todo el frente que iba avanzando; y con lo cual, a favor de un ligero viento que soplaba, les obligaba a recostarse a la costa, (se refiere a las bases de las serranías) asi me conduje a su frente hasta haber obligado a todo el ejército realista por medio del incendio a despuntar el Manantial y dejando esa vertiente a su izquierda, la cual no da paso sino por el puesto que queda al sur sudoeste de Tucumán , y como a una legua del pueblo. Yo me replegué entonces con mi partida trayendo un soldado herido y habiendo yo mismo, recibido herida de bala"

El general Tristán se preparaba a ejecutar su plan de ataque inspirado en la confianza que le daba la superioridad numérica y en la suposición que Belgrano se encerraría con su ejército en la plaza y de que en ningún caso, se atrevería a tomar la iniciativa. Así pues, en la madrugada del 24, levantó su campo dejando a su izquierda el camino carretero para luego circunvalar el pueblo por las rutas alternativas del oeste. Luego de atravesar el cenagoso arroyo de Los Manantiales, ubicado a una legua del pueblo, convergió al Campo de Las Carreras por el sudoeste. Destinando previamente una fuerte columna de infantería como reserva, la que, además de clausurar toda posibilidad de huida hacia el sur de lo que suponía los restos del ejército patriota en estado de dispersión; y que, además, amagaba sus comunicaciones con el sur por el camino de Santiago. Con lo cual, completaba el cerco sobre el ejército patriota, que no tenía más opción que rendirse a discreción o ser aniquilado. Con tal convicción marchaba Tristán, en pos de una victoria que daba por descontada. Los dichos de La Madrid aseveran tal afirmación:

La Madrid: "El general enemigo, al llegar a las vertientes del Manantial, se encontró con un aguatero que había ido con su carreta en busca de agua para el pueblo, llenaba el contenido en una gran pipa, construida del gajo de un árbol. Fue tomado prisionero por los primeros hombres de la vanguardia. Averiguado por su general que aquel era su ejercicio para llevarla a vender al pueblo, sacó una onza de oro y se la dio, diciendo a los que lo habían detenido que lo dejasen en libertad, y al aguatero le dijo que le llevase la pipa de agua a las doce, a casa de don Pedro Garmendia que vivía en la plaza de Tucumán".

Con tal movimiento, Tristán marchaba para ubicarse a retaguardia del ejército patriota, por tanto, Begrano tuvo que contramarchar en la dirección conveniente. Tal movimiento tendiente a formar del lado opuesto se hizo con suma rapidez por dentro de la ciudad, y con briosa animación por parte de los cuerpos que salieron a colocarse sobre el nuevo frente, es decir, al sur/oeste del pueblo. Con tal movimiento, en vez de encontrarse flanqueados, tomaron una posición ventajosa sobre el flanco izquierdo del enemigo, (tal como puede apreciarse en el plano adjunto) Tal maniobra, fue para Tristán, una especie de sorpresa, pues ni habían cargado las armas; montado su artillería; ni desenvuelto sus columnas. Sin embargo, a duras penas, tuvieron tiempo de apercibirse al combate, aunque asombrado por la audacia de tal provocación.

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José María Paz

1791/1854

Notas IX

  • 1- La mayor parte del ejército de Belgrano era muy joven: edades que fluctuaban entre los 14 a 17 años. En cuanto a la oficialidad: El cadete Lugones 16, Los tenientes La Madrid 17, Paz 21, el mayor C. Forest y el teniente coronel Dorrego 25

  • 2-Es incorrecto decir "Lamadrid" el firmaba: "La Madrid"

-X-

La Batalla

"La misma confianza con que caminaban sus tropas fue causa de su perdición …"

M. Torrente (1)

Como el plan de Belgrano era presentar batalla en las inmediaciones de la ciudad hizo fortificar la plaza, abrió fosos y levantó trincheras, dejando en ella una pequeña guarnición y seis piezas de artillería. O no le era posible arrastrar al campo de batalla, ó prefirió reforzar las defensas del pueblo en caso de derrota en el campo. me inclino por la segunda opción ya que luego de la batalla pudieron arrastrar sin dificultad hacia la ciudad, la patriota de campo y la casi totalidad de la realista Con el resto del ejército se situó en los arrabales, entre los frondosos bosques de naranjos que la circundaban.

Torrente: Habiendo llegado Tristán con todo su ejército al punto de Tapia, distante ocho leguas de Tucumán, tomó las disposiciones necesarias para atacar dicha ciudad, en la que se había encerrado el enemigo. Al llegar a sus inmediaciones, halló algunas partidas de caballería que se retiraron sin hacer resistencia. Era su plan llamar toda la atención del enemigo hacia el camino real, por donde caminaba lentamente para dar lugar a que una hermosa columna formada de los granaderos de la mejor tropa de su división, lo envolviese por la espalda a fin de que nadie pudiese salvarse de sus victoriosas espaldas. Debía esperarse que el éxito correspondiese a las fundadas esperanzas las bien tiradas líneas del jefe realista, si se considera la superioridad de su fuerza, y el desaliento de sus contrarios, que en la mayor parte era gente colecticia del campo, los que podía presumirse se servirían de sus caballos para huir, si alguno podía conseguirlo.

Una inexplicable fatalidad derribó todos los proyectos del comandante Tristán, la misma confianza con que caminaban sus tropas fue causa de su perdición. (Algo parecido le ocurrió al Ejercito Unido en Chile 1818, ver en www.monografías.com ¿Que pasó en Cancha Rayada?

Es una imprudencia despreciar al enemigo, aunque se le reconozca por muy inferior; el mismo despecho da a veces un valor y una fuerza que supera todos los cálculos de previsión. Situados los rebeldes en buenas posiciones, recibieron con impavidez a los realistas que se dirigían contra ellos en la mayor desprevención, creyendo que con su sola presencia habría de ponerlos en precipitada fuga, y bien convencidos que en aquel momento iba a darse el fallo irrevocable de su muerte. Aquellos desplegaron una osadía tan temeraria y un valor tan terco y desesperado, que, rompiendo un fuego terrible, introdujeron el desorden en los batallones realistas durante el cual recibieron bastante descalabro; vueltos sin embargo de su primer desconcierto, atacaron con denuedo y arrollaron la infantería enemiga, pero esta volvió a rehacerse, luego que su caballería tuvo la felicidad de romper por un flanco, cayendo sobre la escolta que custodiaba el parque del que se apoderó, introduciendo de nuevo el terror y espanto, y causando a las tropas del rey la pérdida de 1.000 hombres entre muertos y prisioneros, entre ellos 50 oficiales, 4 capellanes, 7 piezas, 400 fusiles , tres banderas, un estandarte y todas sus tiendas y equipajes"

Paz: "Así fue, que cuando nuestro ejército después de verificada su contramarcha, se presentó casi sobre su flanco, nada tenía el enemigo preparado para el combate, la artillería venía cargada en las mulas" (2) Los cuerpos traían la marcha a paso de camino. Resultó para él una sorpresa el verse atacado cuando no lo esperaba, lo que sin duda fue una tal o cual ventaja para nosotros; digo tal cual, para que no se entienda, que fue una verdadera sorpresa, pues tuvieron el tiempo bastante para prepararse de prisa".

García Camba: "El plan de batalla de Tristán no se lo comunicó al virrey del Perú sino hasta mucho tiempo después de perdida la acción; estaba reducido a llamar la atención del enemigo desde el Ojo del Agua, por el Camino Real de Los Nogales, acercarse a la ciudad para descubrir sus intenciones, hacerles caer en el error de que aquel era el punto elegido para el combate; dirigir oportunamente el grueso de las tropas a Tafí que estaba más a la derecha, ocupar el camino que sale del Tucumán a Santiago del Estero, y atacándole por retaguardia ,cortarle su retirada natural, y tomándole entre dos fuegos con la tropa que al efecto iba más a retaguardia. Este pensamiento que desde luego indica la más excesiva confianza, fue trastornado por los enemigos que tenían otro muy distinto. Con aquel intento, dejó Tristán el campamento de Tapia; el día 24 de septiembre, desembocó por Los Manantiales en el llano en que está situada la ciudad de San Miguel de Tucumán, rodeada de arboledas y con espesos bosques muy inmediatos. Los equipajes, la artillería y el parque ocuparon el flanco derecho de la columna, en cuyo orden, se continuó avanzando tan confiadamente, que se censuró no haber mandado siquiera cargar las armas a los batallones, descuido apenas creíble y que, de ser cierto, sería imperdonable en semejantes circunstancias"

Tristán marchaba en dirección a la ciudad con la confianza del que sabe que tiene su favor las cartas ganadoras. Tal como se ha dicho, grande fue su sorpresa cuando percibió a su vista que, por el contrario, eran los patriotas los que iban a dominar todo el apuro y las urgencias de su despliegue, ya que los realistas tuvieron que afanarse mucho más de lo previsto para apercibirse al combate, aunque asombrados por la audacia de los patriotas.

Su ejército contaba escasamente con 1.600 hombres. (3) que incluía la caballería informal, lugareños de Tucumán y reclutas de otras ciudades.

Antes de desplegar su línea, el general Belgrano ubicó a su infantería en línea de masas. El batallón de la derecha revistaba a las órdenes del mayor Carlos Forest; El centro y la izquierda a cargo de los tenientes coroneles Ignacio Warnes y José Superí. La columna de reserva estaba integrada por piquetes de los diversos cuerpos y comandada por el el teniente coronel Manuel Dorrego. La artillería a las órdenes de su hacedor, el barón de Holemberg, con mucho, el más experimentado de los jefes, razón por la cual, era el hombre de consulta del comandante en jefe. La caballería se extendía por los flancos en dos divisiones, la de la derecha, más numerosa, la mandaba el teniente coronel Juan Ramón Balcarce, la que apoyaba su flanco en una arboleda bastante tupida dentro de cuya espesura, había ocultado aquel a su nutrido grupo de gauchos voluntarios, no solo para que sus monturas no se afectaran por con el ruido, y fuego de la artillería, sino para aprovecharse del factor sorpresa, cuando le tocara cargar sobre el enemigo. A la cabeza de los escuadrones de la izquierda figuraba el comandante José Bernáldez Polledo, la reserva de esa arma a cargo del sargento mayor Diego González Balcarce.

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Oleo de Tomás del Villar

García Camba: (Versión realista) "Al acercarse
nuestras tropas a la ciudad, reconocieron una línea de infantería
formada en batalla sobre un suave repecho y con una corta reserva más
a retaguardia, pero sin descubrirse la caballería, porque se mantenía
oculta en la arboleda vecina. En un país tan abundante en caballos, y
donde todos los habitantes son eximios jinetes, no era de presumir que los enemigos
careciesen de esa importante arma. Los caballos y el ganado vacuno que los españoles
importaron en América, se aumentaron allí tan pronto y de tal
modo, que su multiplicación se tendría por fabulosa si no fuera
tan generalmente reconocida"

A distancia de tiro de cañón, mandó Belgrano a su infantería desplegar en batalla, su línea de masas, siendo ésta la única maniobra que conocían bien los cuadros patriotas. En esta disposición, marchó sobre el enemigo con sus alas apoyadas sobre la caballería en circunstancias en que el ejército español, se preparaba a toda prisa para recibir el ataque. Con el apuro, habían conseguido montar solo dos piezas de artillería. La línea realista la componían los batallones Abancay por la izquierda, fuerte de 600 plazas, mandada por el intrépido coronel Barrera; el Cotabamba y el Real de Lima en el centro; la derecha estaba conformada por varias compañías del Paria y del Arequipa; cubriendo sus flancos dos cuerpos de caballería, el de la izquierda por escuadrones del Tarija y en la derecha un contingente muy reducido. Sin darle tiempo a reponerse de la sorpresa, la artillería patriota rompió el fuego con tanta felicidad que los primeros tiros se llevaron por delante varias hileras de los batallones Cotabambas y Abancay. La infantería española que había roto un espantoso fuego de fusilería, pareció vacilar bajo el fuego de la artillería,

"lo que prueba que, si Belgrano hubiese reconcentrado todas sus piezas en una sola batería, o sacado los cañones que había dejado en la plaza, habría podido desorganizar a cañonazos la línea de Tristán" (4)

El coronel Barrera irritado por las pérdidas causadas por la artillería patriota, y sin esperar orden de su general, mandó cargar a la bayoneta, pero en dispersión, como acostumbraban a hacerlo los godos cuando se batían con los indios del Perú. Este movimiento fue apoyado por el Cotabamba y el Real de Lima, a través del cual lograron rechazar a Warnes dejando en descubierto el flanco izquierdo de Forest.

García Camba: " El brigadier Tristán dejó continuar la marcha de su tropa hasta ponerla a tiro de cañón del enemigo. Los patriotas rompieron el fuego con una pieza de a seis y dos de a cuatro, matando por la buena dirección de los primeros tiros algunos hombres de los que formaban la línea en los batallones de Cotabambas y Abancay, en circunstancias que nuestra artillería estaba desmontada. El coronel Barrera jefe de ese último cuerpo, irritado por el daño recibido, y sin consultar más que su impaciente arrojo, mandó cargar a su batallón a la bayoneta, pero en dispersión, como habían acostumbrado en las refriegas anteriores contra los indios del Alto Perú; todo sin orden del comandante general que en aquel momento se hallaba haciendo montar y armar su artillería. A imitación de Barrera los demás jefes de cuerpo hicieron otro tanto con tal decisión, que tomaron al enemigo sus tres cañones y se impusieron tanto a su infantería, que parte de ella, indicaba rendir las armas y parte, daba muestras de emprender la fuga y guarnecerse en la ciudad.

Belgrano que observaba con atención el campo de batalla, viendo a su infantería desbordada, ordenó al Dorrego que avanzara con la reserva y dispuso que la caballería de la derecha al mando del comandante Juan Ramón Balcarce iniciase la carga sobre la izquierda enemiga. El tumulto aterrador de los caballos, el ruido espantoso que los gauchos hacían gritando y golpeando los guardamontes con el duro cabo de los rebenques, transformaron a todo aquel campo en algo parecido a una explosión repentina de un huracán en el mar. No obstante, el tumultuoso ataque, no tomó de frente a los batallones realistas, Balcarce había tenido la hábil inspiración de lanzarlos más abiertos, es decir, sin enfrentar de frente a la línea realista y luego de oblicuar, irrumpió como aluvión en su retaguardia, donde estaba estacionado el parque, parte de los cañones, las municiones, las mulas y el tren de carretas de los equipajes. En tales momentos, Dorrego, entra con la reserva por la izquierda de Fórest, a paso de ataque y con bayoneta calada, (5) sin contestar al fuego de la infantería enemiga, logra cortar las posiciones del Abancay y el Cotabamba.

Al impartir tales órdenes, dice Mitre que el general patriota, acreditó golpe de vista militar.

García Camba: En ese instante verdaderamente crítico la caballería facciosa salió de su emboscada (6) hizo huir parte de la nuestra y se presentó por retaguardia de los dos batallones de Abancay y Cotabambas, los cuales, sorprendidos y aterrados a la vista de un espectáculo tan imponente como nuevo para ellos, no supieron tomar otro partido que el peligroso de acabar de desordenarse y acogerse al inmediato bosque. Este funesto ejemplo, que fue desgraciadamente seguido por los demás batallones, dio ocasión a que los intimidados y confusos infantes disidentes, los persiguieran con audacia, hiriendo y matando sin piedad a los que pudieron alcanzar de los realistas.

Mientras eso sucedía en la izquierda y el centro de la línea patriota, los enemigos habían triunfado completamente en su derecha, neutralizando la carga de la caballería patriota, de manera que, sin atención por su frente, pudieron formar un gran martillo para atacar (¿O más bien defenderse?) por su flanco izquierdo del resto triunfante del ejército de Belgrano, que prevalecía en los otros puntos. Este fue uno de los momentos decisivos de la batalla. Rota la línea enemiga por tres puntos, derrotada su izquierda, conmovido su centro, la ventaja obtenida por una fracción de ella (su derecha) quedaba neutralizada; y con riesgo de ser flanqueada por la infantería patriota, de modo que, los vencedores de dicha ala, tuvieron que seguir el movimiento retrógrado, acompañando al resto de su ejército derrotado, pese a los denodados esfuerzos de Tristán para rehacer su línea hecha pedazos. Mientras tanto, ¿que hacía, o que había hecho, la caballería patriota de ambas alas?:

Paz: "Quien sepa lo que era nuestra caballería no debe extrañar que hayan rehusado en echarla sobre las bayonetas enemigas, y aun cuando Balcarce hubiese sido un Murat, que era el mejor oficial de caballería de los ejércitos imperiales, no lo hubiera conseguido. (7) Por lo demás, sea caracoleando, sea oblicuando para ponerse sobre el flanco enemigo, el resultado fue que la caballería de Tristán (8) huyó, dejando a la nuestra señora del campo lo que me hace creer que la división de Balcarce, se esquivó de la infantería enemiga para lanzarse sobre la caballería realista, para lo que necesitaba mucho menos esfuerzo, pues, como he dicho antes, era peor que la nuestra. Debe también decirse que las armas de los soldados de caballería no estuvieron ociosas y que ellas fueron teñidas de sangre aún antes de que nuestra infantería hubiese arrollado a la enemiga.

De lo que puedo hablar con más propiedad, es de la caballería de la izquierda, pues me hallaba inmediato a ese costado. Por esa parte no recuerdo haber visto caballería enemiga que se le opusiese; al menos, si la había, sería poquísima, pues no figuró en el combate; pero la línea de infantería sobrepasaba con mucho la nuestra. La caballería de Bernáldez (Polledo) que cubría ese costado, recibió orden de cargar; y, efectivamente hizo un corto movimiento de frente, pero hizo luego alto, contenida por los fuegos de la infantería enemiga, y al fin se retiró completamente (10)

García Camba: Por fortuna, la indisciplinada caballería enemiga, en vez de perseguir también a los dispersos cayó sobre los equipajes, se ocupó de saquearlos y en conducir a la ciudad los ocho cañones y el parque que aún estaba sobre las mulas, y seguidamente, muchos jinetes se retiraron en poner en salvo el botín que habían hecho.

Con la inesperada conducta de la caballería vencedora, la infantería enemiga se retiró igualmente a la ciudad, y aquel campo que acababa de ser de horror y de muerte, que dio repentinamente en el más profundo silencio.

Fue este un momento de espantosa confusión; la izquierda del ejército patriota que estaba deshecha, se encontró repentinamente dueña del campo con un gran número de prisioneros abandonados por el enemigo. La mayor parte de la infantería del centro patriota, seguida de su reserva, perseguía la victoria en desorden. La caballería tucumana, completamente desbandada se ocupaba de lancear dispersos y saquear los lujosos equipajes del ejército real, y entre unas y otras columnas se interponían grupos de realistas y patriotas desmontados, que, en medio del humo denso que cubría el campo y de una nube de langostas que en aquel momento cruzaba el aire, no se podía comprobar a ciencia cierta el estado del combate. En tal situación, se encontró el general Belgrano después que hubo hecho avanzar con poco éxito caballería de la derecha tal como se ha mencionado.

Lo cierto es que los tres batallones patriotas (derecha, centro y reserva) se encontraron así dueños absolutos de aquella parte del campo de batalla. Todo el material del campo enemigo obraba en su poder: municiones, mulas de carga, pertrechos, la artillería que aún no había sido desmontada, las carretas, los bueyes y los equipajes. Pero al mismo tiempo, que se veían en posesión de tan valioso botín, ignoraban lo que había sido del general en jefe y del resto de las fuerzas. La situación misma de las tropas enemigas les era desconocida. Nada se alcanzaba a ver en todo aquel campo sino una desbandada confusa; y la verdad era que se veían allí solos sin poderse formar una idea clara del punto donde debían concurrir. En medio de tal barahúnda Belgrano salió de su puesto de comando para reunir la caballería que deambulaba dispersa por el campo. (10) Dorrego como jefe de la división, por su grado, y por serlo de la reserva, resolvió levantar todo el bagaje que tenían en su poder y trasladarlo inmediatamente a la ciudad, donde el comandante Benito Martínez había quedado bien fortificado. Llegó en tales momentos el general Díaz Vélez y aprobó la resolución del jefe de la reserva. Hecho su trabajo, las tropas patriotas entraron en la ciudad y ocuparon las posiciones fortificadas que tenían en ella. (11)

Tiempo después, avistaron a los realistas, los que, reorganizados sobre la base de la reserva, la que, como sabemos, había quedado apostada aproximadamente a una legua del campo de batalla. El enemigo en número de 2000 avanzó sobre las posiciones de los patriotas oportunamente atrincherados en la ciudad, y se estacionaron en su lado sudoeste. Así pues, Tristán, volvía sobre el campo de batalla con la esperanza de recuperar el parque y toda la impedimenta que había caído en poder de los patriotas. Con tal propósito, intimó rendición a la plaza, absurda pretensión que fue rechazada categóricamente por el mando patriota.

Torrente: "A pesar de este terrible e inesperado golpe, se reunió Tristán con la columna que no había entrado en acción y se halló muy pronto en estado de obrar ofensivamente y de caer sobre el Tucumán. Allí se habían replegado los victoriosos enemigos con sus brillantes trofeos, y, aunque les escaseaban las municiones de las que no les era fácil proveerse, por disponer de sus primeros repuestos a noventa leguas de distancia, desecharon sin embargo con la mayor insolencia, la rendición que les había intimado Tristán, quien, después de haber permanecido un día entero, delante de aquella ciudad, sin haberse atrevido a empeñar un ataque formal y por la actitud que mostraban los sitiados, y, ante la amenazaba un nuevo desaire a sus armas, emprendió su retirada. Y la verificó sin más tropiezo que la de ser picada ligeramente su retaguardia por los envalentonados insurgentes"

Se retiraron porque no tenían parque, municiones ni mucho menos víveres suficientes para mantenerse en tal posición.

García Camba: "A favor de esta sorprendente calma, prueba manifiesta del estado en que se hallaban los vencedores, se fue disipando el terror de los vencidos y fueron poco a poco saliendo de la espesura. (bosques aledaños) Mandó Tristán entonces tocar llamada y antes de que anocheciera ya había logrado volver a formar sus batallones los que, aunque diezmados, quedaban aún en su poder el cañón de a seis (libras) y dos de los suyos que había llegado a montar"

"Todavía esperanzado marchó Tristán de nuevo contra la ciudad, penetró en las primeras calles que halló atrincheradas, e intimó a rendición que los enemigos contestaron con arrogancia, advirtiéndole que carecía de municiones para su intento; y así era el caso, pues no solo habíamos perdido los equipajes, parque y ocho cañones de los diez que llevaba la vanguardia, sino también las municiones y demás pertrechos que iban a retaguardia, porque, ¿engañados los conductores con la noticia de que las tropas reales ocupaban la ciudad, se dirigieron a ella sin precaución y cayeron en poder del enemigo??"

¡Su versión, no es correcta, señor general, sus fuentes (Memoria de la batalla dada a conocer por el Virrey Abascal y transcripta a Mariano Torrente) Su autor, o lo imaginó, o su informante le ocultó, deliberadamente la verdad.

La apropiación de dichos bagajes etc. ocurrió, tal como ya fuera mencionado, luego de que las tropas enemigas abandonaron el campo ante el victorioso empuje de la infantería patriota.

Paz: El general Tristán a quien no faltaba valor, hacía esfuerzos positivos por rehacer sus tropas, más no lo pudo conseguir hasta más de una legua del campo de batalla, donde se le reunió otra columna de su ejército que antes de la batalla había destacado a interceptar el camino que conduce a Santiago del Estero, con el fin de cortarnos. Y viéndose perseguido solo por una fuerza diminuta, cual era la infantería nuestra, que había quedado disponible, hizo alto y volvió a darnos el frente. Nuestra infantería hizo también alto, resultando un nuevo combate sumamente desventajoso, para los patriotas, por la disposición del número, y que exponía las ventajas que se habían obtenido. Entonces, nuestra infantería se puso en retirada sobre la plaza, en la que entró con algunos cientos de prisioneros, cinco cañones, tomados al enemigo, banderas y otros trofeos. Tristán la siguió hasta las goteras de la ciudad, donde se estableció, recorriendo por segunda vez el campo de batalla y, en rigor, quedando dueño de él transitoriamente, pero sin separar un solo hombre de su nueva línea y sin contar más que con unos pocos hombres de caballería.

La Madrid: "El general enemigo había reunido el resto de sus fuerzas a orillas del pueblo y a pesar de la grandes pérdidas que acababa de experimentar todavía contaba con más tropas que nosotros; es por esto, que intentó la rendición de la plaza en término de cinco minutos por medio de un parlamentario, pero nuestro mayor general, después de hacerle enseñar al parlamentario, por medio del sargento mayor Dorrego, la posesión de jefes, oficiales y tropa que tenía prisioneros en la plaza, así como mucha parte de sus bagajes, lo despachó con estas palabras -Diga Ud. a su general, que mal puede imponer rendición a su vencedor, y que nuestro general en jefe, se halla ausente con toda la caballería, quien muy pronto, le hará conocer la imprudencia"

García Camba: El 25 de septiembre permanecieron nuestras tropas en los arrabales de Tucumán que habían ocupado la tarde anterior sin otra incomodidad, -Dice el virrey- que les ocasionaban a algunas partidas, cuyas salidas fueron escarmentadas. En el descanso que ofrecía la inacción del enemigo, se curaron los heridos, se recogió parte del armamento y se destruyó la fábrica de fusiles establecida en esa ciudad, aprovechándose de los tornos y herramientas que se encontraban en ella único triunfo y muy caro que proporcionó la campaña. Las pérdidas experimentadas en esta acción son consiguientes a la desigualdad con que fue dada o sostenida. Ella ocasionó una considerable diminución de las fuerzas de este destacamento, principalmente entre oficiales de graduación, cuya falta era indispensable en el ejército. La de los enemigos, debió ser igual o mayor, puesto que habiendo emprendido Tristán replegarse al importante punto de Cobos, sin caballos, sin mulas de transporte y sin víveres, no vio una sola vez al enemigo, hasta la posta de Aldurralde, 16 leguas distante del lugar en lo que se dio la acción, ni en la 93, (leguas) que median hasta el mismo Salta, pues no merece que se haga mención, ni que se tomen en cuenta por tales, las ridículas e impertinentes intimaciones que hicieron al comandante, las partidas destinadas a su persecución (12)

Vicente Fidel López llama peyorativamente a Tucumán "la más criolla de las batallas" que se han dado en territorio argentino" Exacta definición: tal vez, faltó prudencia, previsión, disciplina, orden, pero en cambio hubo coraje, arrogancia, viveza, decisión … y se ganó.

¿Recuerdan al aguatero que recibió una onza de oro para llevar agua al centro de la ciudad luego de la batalla a fin de refrescar a don Pío?, bien, cumplió su cometido, pero éste solo pudo realizar su propósito no en el centro, como era su propósito, sino en las orillas de la ciudad donde quedó masticando su bronca y decepción el inefable don Pío.

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Cornelio Zelaya

De relevante comportamiento en el ejército, combatió

en Tucumán con el grado de capitán en el arma de caballería

1782/1855

Notas X

  • 1-Tanto como ocurrió en Cancha Rayada

  • 2-Como los caminos del Perú no permiten el desplazamiento
    de calibres mayores, la artillería que se usa generalmente, es la
    llamada de montaña (de a cuatro libras) y puede cargarse a lomo
    de mula. Cuando es de más calibre, son transportadas en "prensas
    zorras
    ", más difícil de armar con celeridad.

  • 3-De los cuales 450 eran milicias recientemente incorporadas. Don
    Mariano, que, por lo común es tan parcial, y que, escribiendo sobre
    datos comunicados por los jefes realistas, exagera siempre las fuerzas enemigas,
    confiesa esta vez, la superioridad numérica de Tristán. En
    la pg. 268 del Tomo I y en la página 269, afirma que los patriotas
    "contaban con poco más de la mitad de la fuerza del ejército
    español"
    Por su parte Belgrano, en su parte oficial al
    gobierno, manifiesta que su ejército no alcanzaba los 1.600 hombres.
    Paz en sus "Memorias" calcula que no tenía más de
    1.500 hombres. Mitre, Historia de Belgrano Tomo II, Pag. 163

  • 4-Tal como ocurrió en la batalla de Ayohuma, donde el fuego
    de la artillería realista, que persistió durante media hora,
    infringió graves pérdidas en la infantería patriota.
    (Ver en www.monografías.com) "Reproducción gráfica
    de las batallas de Vilcapugio y Ayohuma"

  • 5-Un tercio de la infantería patriota no tenía bayonetas,
    y en remplazo de esta arma, Belgrano había hecho distribuir grandes
    cuchillos a los que carecían de ella. A pesar de tal precariedad,
    del el insuficiente número tropa y su deficiente instrucción,
    la infantería argentina avanzó con denuedo. Con tal movimiento
    quedó neutralizado el efecto de su la artillería, pues relegada
    a retaguardia, con sus fuegos interceptados, ya no volvió a reaparecer
    en la batalla, mientras que, convenientemente reconcentrada, habría
    podido cooperar más eficazmente al avance del centro. Mitre,
    ob. cit. p.165

  • 6-La caballería tucumana de la derecha, armada en su mayor
    parte de lanzas y cuchillos enastados en palos, y muchos de ellos, sin más
    que puñales, lazos y bolas, presentaba un aspecto verdaderamente
    salvaje. Caprichosamente vestida con ponchos de todos colores y cubiertas
    las piernas con anchos guardamontes de cuero, sus fisonomías acentuadas,
    hacían conocer una raza enérgica, cuyas ocupaciones, desenvolviendo
    las fuerzas del cuerpo, inoculaban en el espíritu el valor del soldado.
    Mitre, íbidem, 165.

  • 7- "Es preciso no echar mano de paisanos para la guerra
    a menos de no verse en un caso tan apurado como el que he visto
    José.
    M. Paz 0b. Cit.

  • 8- "En prueba de lo que expreso, afirma el general Tristán,
    que la derrota, que, nunca confesó, aunque sí, su momentánea
    retirada, la atribuyó, al cobarde comportamiento de la caballería
    de Tarija que fugó vergonzosamente, dejando un claro, del que, aprovechándose
    el enemigo, puso en algún desorden a sus batallones"

  • 9-Seguramente Belgrano, que estaba a retaguardia de esa ala se
    vio envuelto por la dispersión de la caballería de Polledo
    y de algún desprendimiento de la infantería de Superí,
    impidiéndole una clara percepción de lo que estaba ocurriendo
    en el resto de la línea "Ante el desorden y dispersión
    de su caballería (seguramente la del ala izquierda) optó por
    tratar de reunirla y pudo verificarlo más tarde, sobre el paso del
    Rincón, como a legua y media del pueblo" La Madrid, Memorias,
    p.18

  • 10-Belgrano, hace alto en El Rincón, legua y media del
    pueblo y comienza la reunión de la caballería.

  • 11-La infantería en su retirada a la ciudad llevaba consigo
    a cuatro coroneles prisioneros: Barrera, jefe del Abancay; Suárez,
    del Real de Lima; Peralta, del Cotabamba, Alarcón,
    de ingenieros , el auditor de guerra Medeiros, 12 capitanes, 53 oficiales
    subalternos, 400 individuos de tropa, 5 piezas de artillería, 71
    cajones de municiones, 3 banderas reales , 2 estandartes, 108 soldados tarijeños
    (En ese tiempo Tarija era parte de la Intendencia de Salta del Tucumán,
    (en 1826 paso a formar parte de la actual República de Bolivia.)
    que se habían pasado a las filas patriotas; y con lo que se
    recogió después en el campo, los despojos subieron a 7 cañones,
    358 fusiles y 133 bayonetas. Material de inestimable valor que contribuyó
    a paliar en algo la insuficiencia del armamento patriota.

  • Esta es la relación que hace de los hechos el marqués
    de La Concordia (virrey Abascal)

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Referencias

Ejército Patriota:

1: Caballería tucumana y Compañía de Dragones

2: Batallón de Cazadores

3: Batallón N° 6

4: Batallón de Pardos y Morenos

5: Milicias de Caballería

8: Reserva de Caballería

7: Reserva de Infantería

8: Piquete de Caballería de Santiago del Estero.

Ejército Realista

1: Batallón Chichas y Fernando VI.

2: Batallón Paturo

3: Batallón Real Lima

4: Batallón Cotabamba

5: Batallón Abancay

6: Caballería de Tarija

A: Pueblo de San Miguel de Tucumán

B: Reserva realista a fin de neutralizar la eventual huida de dispersos patriotas

C: Camino a través del cual se retira Belgrano luego del combate a fin de reunir la

caballería en estado de dispersión.

D: Ultima posición de Tristán, intimando rendición a las tropas patriotas, estacionadas

en la ciudad.

E: Camino Carretero a Salta llamado Camino de Los Nogales.

F: Camino a Santiago del Estero

G: Marcha del ejército realista conforme al plan previamente concebido, o sea aislar al patriota de su línea de suministros.

H: La derecha realista abandona el campo a fin de reagruparse con su reserva estacionada en las inmediaciones del arroyo Pantanoso.

I: Bosques de naranjos

J: Belgrano cambia de posición al advertir la intencionalidad de Tristán.

K: Caballería patriota atacando la retaguardia realista adueñándose de sus bagajes y lanceando los dispersos de su centro y derecha.

L: Abigarrada arboleda tras la cual se ocultó la caballería de la derecha patriota.

M: Ataque patriota y dispersión de la izquierda y centro realista.

N: Itinerario seguido por la columna destinada a cortar las comunicaciones patriotas con el sur y/o impedir una eventual huida de sus dispersos, luego de la batalla. según el historiador Vicente F. López. (Me inclino por aceptar la versión del general Mitre)

O: Ataque realista que triunfa sobre la izquierda patriota incluida la caballería de esa ala.

P: Luego de la batalla la infantería patriota entra en la ciudad con la artillería, bagajes y

un gran número de prisioneros.

Q: Belgrano hace su ingreso a la ciudad con parte de su caballería.

R: Retirada realista hacia Salta.

s: Río Tafí

T: La derecha realista marcha en dirección a su reserva.

U: Descubierta al mando del teniente La Madrid en función de observación y

hostigamiento de la columna realista, la que avanzaba entre pajonales y al

pie de las serranías.

V: Arroyo Manantial.

X: Primera posición de Belgrano

X2: Movimiento de la columna de reserva, separándose del cuerpo principal

Z: Primera aproximación de Belgrano a la ciudad.

-XI-

Repercusión de la victoria en Buenos Aires

El autor de esta página, fue testigo presencial de las manifestaciones de alegría del pueblo de Buenos Aires, al recibir la noticia del triunfo patriota.

Juan Manuel Berutti "El 5 de octubre de 1812. Llegó un enviado del ejército del Perú , con la plausible noticia de haber sido derrotado enteramente por nuestras armas el ejército de Goyeneche, como el de haberse todo él dispersado en la acción el 24 de septiembre último, con pérdida de los enemigos de 7 cañones, 3 banderas y un estandarte, 50 oficiales, 4 capellanes, 2 curas, 600 prisioneros, 400 muertos, las municiones de cañón y de fusil, todos los bagajes y aún la mayor parte de sus equipajes; persiguiendo luego al enemigo, pues éste, con sus restos van en precipitada fuga. Inmediatamente como a las ocho del día se hizo saber al público con una salva de artillería y repique general de campanas, saliendo enseguida las músicas militares por las calles tocando y alegrando al pueblo por tan gloriosa acción, continuando éstas toda la noche, entre vivas y aclamaciones de sinnúmero de gentes que iban cantando las glorias de la patria. Al mediodía hubo una salva de artillería y al ponerse el sol, en que se arrió la bandera del fuerte, contestando a ésta los barcos de guerra, habiendo tenido el pueblo el gusto de ver que en la misma asta de bandera se puso por el gobierno en la parte superior un gallardete de color celeste y blanco, divisa de la patria, que dominaba la bandera española de amarillo y encarnado, que estaba debajo de la nuestra, preludio de que pronto declararemos nuestra independencia, sacudiendo y apartándonos de la dominación del tirano gobierno español, que por espacio de trecientos años nos ha tenido tiranizados, privándonos de nuestra libertad y derechos naturales. Habiéndose igualmente iluminado toda la ciudad los festejos continuaron hasta bien entrada la madrugada" "Memorias Curiosas", p,220 Emecé. 2001

-XII-

Vicisitudes del teniente Paz

"-Quítese Ud. de ahí, señor barón, que voy a ser fuego de metralla"

En la ocasión oficiaba temporariamente de ayudante del jefe de
la artillería barón de Holmberg. (1) En sus Memorias Póstumas,
relata su visión de la batalla y las peripecias que tuvo que sortear
para dar cumplimiento a las misiones encomendadas por sus superiores, fuera
de tiempo éstas, muchas veces, por la vorágine de los acontecimientos.
A través de ellas, el lector penetrará en el fragor de la batalla
en sus momentos culminantes, tanto, como en las intimidades de sus protagonistas
principales. Asimismo, tendrá una visión del campo de acción
y sus actores luego del enfrentamiento. Sin dudas, el testimonio de José
María Paz constituye la referencia más confiable y colorida de
tales sucesos.

Refiriéndose al barón afirma que: "Cuando se avistó al enemigo, se adelantó solamente acompañado de mí a reconocerlo, y se aproximó tanto, que si una partida ligera de caballería, se hubiese desprendido con oportunidad, pudo hacernos prisioneros, por lo menos a mí, que cabalgaba un malísimo caballo, además muy cansado por el incesante servicio que, de día, como de noche, me exigía el barón. En los momentos de romper sus fuegos la infantería, me ordenó que buscase al general y le dijese que mandase cargar a la caballería de la izquierda, lo cual, cumplido por mí, me contestó: – "Dígale que yo mismo la voy hacerla cargar". Vuelto donde estaba el barón, lo encontré algunos pasos avanzado de nuestra línea, sufriendo el terrible fuego que hacía la enemiga en frente precisamente del cañón que mandaba el teniente Santa María, el cual le gritaba con toda la fuerza de su voz: -Quítese usted, señor barón, que voy a hacer fuego de metralla" El peligro era común a mí, que me había colocado a su lado, y me apresuré a repetirle lo que decía Santa María; se quitó al fin y el cañón hizo su disparo, al que siguieron otros. Viendo el barón que la caballería de la izquierda no había cargado, me ordenó nuevamente que volviese a buscar al general y le dijese por segunda vez que la mandase cargar."

En cumplimiento de tal comisión, nuestro amigo se encontró que el campo que atravesaba, presentaba una espantosa confusión, ya, todo el orden de la primera línea, estaba alterado de manera que le fue imposible hallar por lo pronto al general. En tal situación asegura que "pasó por verdaderos peligros, dando equivocadamente con los enemigos de quienes pude escapar con trabajo. Así pues, buscando al general Belgrano por entre el fuego y la grita de los heridos, que contribuía a hacer más confusa la humareda, el polvo, y una densísima nube de langostas, que casualmente acertaba a pasar por encima (muchos nos creíamos momentáneamente heridos de bala, cuando estos insectos nos daban un golpe por el rostro ó por el pecho, me dirigí a un cuerpo de infantería que se me apareció sobre mi camino; había suspendido sus fuegos, y al parecer se reorganizaba. A distancia de cuarenta pasos, dudé, y muy luego me apercibí que era enemigo; al dar vuelta mi caballo, conocieron también que no les pertenecía, y me saludaron con media docena de tiros, que felizmente no me tocaron . Cosas semejantes y aún peores sucedieron a otros.

Esfuerzo vano el de nuestro amigo, ya que el general Belgrano no estaba
ya en el campo, ya que, advirtiendo que su caballería luego del primer
ataque en el que logró irrumpir en la retaguardia enemiga se había
dispersado (2) salió del campo de acción con el propósito
de reunirla.

Continuando en la búsqueda del general dice nuestro amigo: "Por fin logré encontrarlo, estaba acompañado del coronel Moldes, sus ayudantes y algunos pocos hombres más. Ni el general ni sus compañeros sabían del éxito de la acción, e ignoraba si la plaza había sido tomada por el enemigo o si se conservaba por nosotros. El general estaba triste, pensativo, y como embargado en sus facultades, no se le oía una palabra, sino con algún motivo especial…"

"Triste, porque no podía ser indiferente a la suerte del ejército que había desaparecido como por encanto, y a su propia gloria. Nadie sabía de nuestra infantería, ni lo ocurrido en la plaza y era preciso averiguarlo; en consecuencia, dispuso el general que se marchase en dirección de la ciudad, de la que distaríamos más de una legua. Al poco rato de marcha, se avistó un grueso cuerpo de tropas, formado a la orilla del pueblo, sin que se supiese a que ejército pertenecía. El general seguía siempre silencioso a la cabeza de la columna, por más que otros conversaban a su alrededor. Como se agitase la cuestión de si eran enemigos los que se avistaban, o sería nuestra infantería, y como se dividiesen las opiniones, exclamó el general, interrumpiendo su silencio: "¿Y cómo hemos de salir de dudas… si yo, y mi comitiva somos los que vamos de descubridores? Era así, efectivamente, porque a nadie se le había ocurrido mandar "batidores", y ni aún entonces recuerdo que lo hiciese el señor Balcarce.

Cuando oímos expresarse al general en ese tono de amarga reconvención, nos apresuramos unos cuantos oficiales que íbamos sueltos a suplir esa falta".

"Siguiendo nuestra marcha descubridora, por un campo sembrado de cadáveres y de armas, de baúles destrozados y de toda clase de restos de equipajes, incluso el coche del general Tristán. Repentinamente se me apareció un soldado a pie, a quien, no había visto hasta que estuve muy inmediato, porque estaba agachado. Mi pregunta primera fue para saber que fuerza era la que teníamos al frente, y él, sin desconcertarse me contestó: "Es nuestra", "Pero bien, -le dije-, ¡y usted, a que ejército pertenece? – "Al nuestro", volvió a contestarme- Mas, ¿Cuál, es el nuestro? -Le pregunté por tercera vez, y su contestación era la misma: "El nuestro". Lo que probaba que el ignoraba también con quien hablaba. Para hacerlo expresarse con claridad quise asustarlo y, sacando una mala pistola que cargaba le dije: -Hable usted la verdad, o lo mato-. El hombre pareció sorprendido, y tendiendo los brazos en ademán de súplica, retrocedía en proporción que yo avanzaba, más en su retirada, llevaba también la intención de tomar su fusil, que estaba allí cerca entre el pasto, así fue que cuando llego a él, lo tomó con rara prontitud, y poniendo una rodilla en tierra, me puso los puntos. Yo le disparé mi mala pistola, sin efecto, porque no dio fuego; el tampoco disparó su fusil, lo que me hace creer que estuviese descargado, conservándonos en esa actitud por algunos instantes. Saravia (teniente salteño de apelativo "chocolate") que no estaba lejos, se precipitó en mi ayuda con la celeridad de un rayo, lo cual, visto por el soldado arrojó su arma a tierra y huyó. Saravia lo persiguió armado como buen paisano de un poderoso puñal, y habiéndolo alcanzado, sin apearse ni apear el caballo, le dio dos ó tres tremendas puñaladas por la espalda, de que cayó me supongo muerto. Saravia era muy agauchado, cabalgaba un soberbio caballo, era sumamente diestro en el manejo y profesaba un odio rencoroso a los realistas. El soldado de quien he hablado lo era.

Retomando nuestra misión, de acercarnos a la columna que queríamos reconocer, pudimos comprobar que era toda de infantería y no se separaba un solo hombre de sus filas, Sin embargo, nos aproximamos bastante para persuadirnos que era enemiga y volvimos a dar cuenta al general, que había seguido tras nosotros" No cabía duda, el enemigo en gran fuerza, se había establecido en los arrabales de la ciudad"

Luego de tal incidencia, nuestro hombre, por propia iniciativa, recoge dos cañones que los realistas habían dejado en el campo, inutilizados. Luego de hacerlos montar, encomienda al alférez Felipe Heredia (3) la conducción de las piezas con la recomendación de entregarlas al general y decirle que se dirigía a adquirir noticias de la ciudad. Al cabo, pudo no sin esfuerzo, lograr tal cometido. Allí se enteró que el general Díaz Vélez tenía el mando de la plaza.

"Mi cansancio era sumo, al que se agregaba la falta de sueño, que en la juventud (tenía 21) es tan poderosa; había, pues, mirado mi arribo a la ciudad como el término de la aventuras de aquel día, y el lugar de un ligero descanso. Por otra parte, mis vivos esfuerzos por entrar a la ciudad habían tenido el objeto de reunirme a mi cuerpo" (aunque transitoriamente asistente del barón, pertenecía al cuerpo de Dragones (caballería)

Estaba tal como él lo había expresado, a punto y dispuesto a reparar en algo sus fuerzas, cuando fue llamado con urgencia por el general Díaz Vélez, quien, luego de interrogarlo con avidez sobre la situación de las fuerzas fuera de la plaza, sobre el general en jefe, sus miras etc., le ordenó tajantemente:"-Vuelva usted a montar y vuele en alcance del general para decirle que tenemos tales y cuales ventajas, que se han tomado todas las medidas de defensa; que la plaza está fuerte, y que se defenderá hasta la última extremidad"

-Un rayo caído a mis pies no me hubiera desconcertado más que esta orden y deseando aún eludirla le dije: -Señor, no tengo caballo, porque el que traigo está cansado"

Si señores, era cruel, mandar un joven delicado, sin practica del campo, sin destreza en el caballo, sin experiencia en la guerra, que acababa de hacer un servicio quizás superior a sus fuerzas, a que atravesase tres leguas de terreno que no conocía, y por entre enemigos.

Por supuesto hube de obedecer, y lo singular, es que no medió comunicación alguna, para que todo fuese informal, o quizás porque no creía que llegase a mi destino, o ante el riesgo que cayera prisionero.

"Ya en el camino, buscando de nuevo al general en jefe, me vi rodeado de una partida de gauchos que me desconocieron o afectaron desconocerme y me asentaron sus armas bajo pretexto de que me creían enemigo: no me costó poco trabajo persuadirlos. A mi hermano Julián le sucedió ese día otro tanto, y aún más, pues lo hicieron prisionero y ya había quitado algo de su ropa; cuando la providencial llegada de otros oficiales le salvaron la vida. Llegué a las oraciones al Rincón (era una finca) donde había acampado el general con su gente. Me interrogó con prolijidad. A mi vez le pregunté si le habían sido entregadas las dos piezas de artillería que le había mandado con el alférez Heredia, y contestándome afirmativamente, insinuó los deseos de que se habilitasen, para que, en caso preciso, sirviesen contra el enemigo y quedasen afectadas a la división que aumentaba por momentos. Penetrado de la importancia de lo que indicaba el general le dije:

-Señor, no me parece difícil proveer las dos piezas de municiones y juegos de armas que les faltan, si podemos hallar el parque del ejército, que no debe estar lejos-

-Dice usted muy bien, teniente -me contestó- Salga usted ahora mismo a buscarlo, que se le provea de un baqueano, y traiga usted todo lo preciso esta noche para habilitar las piezas que sin eso no son útiles"

Véaseme otra vez víctima de mi oficiosidad, cuando esperaba recostarme un poco, descansar un rato, dormir un par de horas otra vez tener que montar a caballo y salir nuevamente a campear, con un ordenanza y un práctico por un terreno erizado de peligros. No hubo más remedio; fue preciso resignarse, pero con la advertencia que tomaba estas cosas tan a lo serio que no hubiera defraudado media hora al servicio, entregándome al descanso por todos los tesoros de Potosí.

Recuerdo que, durante mi peregrinaje en pos del "parque" llegué a una casa pobre, en cuyo patio cenaban muy amistosamente, un cabo Solís de artillería, que, con cuatro soldados del mismo cuerpo, era conductor de seis cargas de municiones, y en compañía de ocho o diez prisioneros que se habían entregado. Como era doble el número de los rendidos me extrañó que el cabo contemporizaba con ellos, y se creía casi a su disposición; aunque éstos, para nada pensaban abusar de su fuerza, por el contrario, estaban perfectamente sumisos y resignados a su destino".

Los realistas no eran tontos sabían, que pisaban terreno desconocido y expuestos a caer en manos de los ¡¡gauchos!! convertidos en ángeles exterminadores a quienes consideraban enemigos implacables, sentíase felices de estar aislados en una casa, y prisioneros de tropas regulares.

Las municiones que tenía el cabo Solís eran "de a seis" (libras) y por consiguiente no resultaban útiles a los cañones que habían recuperado (seguramente de a cuatro) retomó su camino, sumando las partidas aisladas que fue localizado, señalándoles un determinado punto de reunión. Finalmente, la búsqueda del parque resultó infructuosa, ya que tuvo noticias que éste había sido trasladado a la ciudad.

Recién al amanecer del día subsiguiente estuvo de regreso al campo del general Belgrano, lo acompañaban soldados propios y prisioneros en número de unos ciento cincuenta hombres.

"El tiempo que duró toda esa marcha fueron para mí
de un verdadero tormento, producido por la falta de sueño y la imposibilidad
de entregarme a él. La necesidad de dormir que sentía era tan
urgente, que ningún esfuerzo bastaba a resistirla, y a cada instante,
me veía expuesto a caer del caballo y ser quizás pisoteado. Además
de eso, abandonaba las riendas y el caballo me llevaba arbitrariamente, a veces
dirigiéndose al campo y otras dando trompicones a otros caballos y a
los caballeros" "Cuando llegamos a "Los Manantiales" y se
permitió apearse y descansar un rato, yo apenas pude tomar el pellón
de mi montura y caí sobre él como un muerto."

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Manuel Belgrano 1770/1820

Oleo de F. C. Carbonnier 1815, efectuado en

ocasión de su misión diplomática
en Londres

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Mayor General

Eustoquio A. Díaz Vélez Aráoz

1782/1856

Notas XII

1-Aunque pertenecía al cuerpo de "Dragones", (caballería)2-Convengamos pues, que la caballería de la derecha no hizo todo lo que hubiese hecho una buena caballería, pero hizo lo que podía esperarse de lo que ella. Paz, ob. cit. p.40

3- Al tiempo, general de la Nación.

4- Era un hombre de elegancia natural, y sin pretensiones
de tal.

-XIII-

Epílogo

Anoticiado el gobierno de la victoria le hacía llegar sus felicitaciones …

Paz: "Debo advertir que, por las singulares peripecias de este sangriento drama, es el de Tucumán, uno de los combates más difíciles de describirse, no obstante, el poco número de los contendientes. Pienso que, para comprenderlo mejor, es preferible decir en pocas palabras que la izquierda y el centro enemigos fueron arrollados, nuestra izquierda fue rechazada y perdió terreno en desorden, en términos que el comandante Superí, cayó prisionero de una partida enemiga, la que luego tuvo que cederlo a otra nuestra, que la batió y lo represó. El enemigo por consecuencia del diverso resultado del combate en sus dos alas, se vio fraccionado, a lo que siguió una gran confusión. Su ala derecha, que había obtenido ventajas, y que además tenía la de franquearnos con el martillo de que hace mención la memoria del general Belgrano, tuvo que seguir al fin el movimiento retrógrado de lo restante de su ejército, dejando abandonada en ese desorden una buena parte de sus hombres, que fue muerto ó prisionero. Lo mismo sucedió al centro y a la izquierda, a lo que también contribuyó poderosamente el espantoso desorden en que había puesto nuestra caballería a la retaguardia enemiga, cayendo sobre sus bagajes, parques y reservas.

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Escudo de armas de la familia Belgrano

García Camba: Este fue el primer resultado de la poco meditada expedición al Tucumán, en cuya desgraciada acción perdieron los realistas sobre (Sobre 3000 perdieron 1000) cuando dirigida con tino y mayor prudencia, era probable haber obtenido un triunfo que casi anonadara a la revolución, visto el estado en esta se hallaba entonces. Todos los pormenores de la presente campaña, sin abonar el valor personal de D. Pío Tristán, rebajan mucho el crédito de que gozaba como experto militar. Desde luego, parece injustificable que el general en jefe, y contra el dictamen del virrey, hubiese consentido en que la división de vanguardia se alejase a 229 leguas del cuartel general, internándose en un país llano y todo conmovido con solo 1200 hombres de caballería defectuosamente armada y sin la conveniente instrucción, al paso que los insurrectos podían presentar tanta gente montada cuanto fuese el número de los habitantes disponibles, y de los mejores jinetes del mundo. Para el objeto de proveer al ejército de mulas, caballos, y ganado vacuno habría bastado recorrer rápidamente los provistos campos de Jujuy y Salta desde la desembocadura de la quebrada de Humahuaca, mantener las comunicaciones con el Alto Perú, para luego ir remitiendo sin demora los acopios que se hicieran y conservar la fuerza muy alerta y en conveniente disposición, a fin de evitar todo compromiso desventajoso.

Si el intrépido Tristán una vez resuelto a avanzar
tan desacordonadamente, hubiese conducido su fuerza dispuesta según las
circunstancias locales demandaban, montada y pronta a servir también
su artillería: si hubiese hecho reconocer con oportunidad el bosque inmediato
en el que se ocultaba la caballería que vino a causar su ruina, hubiese
podido combinar mejor su ataque, y es probable, repetimos, que hubiese triunfado
de un enemigo que le era muy inferior en la calidad de la infantería
y aún en la artillería, teniendo además de su parte, el
favorable prestigio de los triunfos anteriores. Con una victoria a la sazón
en Tucumán, la revolución hubiera recibido un golpe tal vez irreparable
y por lo tanto de, inmensas consecuencias; pero el revés que experimentaron
las armas españolas, produjo muy distintos resultados." Ob. Cit.
P. 99/100

Con fecha 26 de septiembre de 1812, Belgrano notificó al gobierno de los acontecimientos del día 24. Dos días después, el 28, remitió a las autoridades de Buenos Aires los documentos más importantes de Tristán que había encontrado. También, con fecha 29, le envió un detallado informe de la batalla. Poco después de que Belgrano comunicara al gobierno su victoria del 24 de septiembre, y como si se tratara de una ironía del destino, recibía de aquel, un oficio de fecha del día siguiente, 25, donde se le reiteraba la orden ¡de retirada …!

Mitre: Belgrano hizo bien en desobedecer las órdenes de retirada y arriesgar una batalla de dudoso resultado, puesto que el triunfo era la salvación, y la retirada importaba tanto como la derrota obscura del que sucumbe sin combatir.

Anoticiado el gobierno de la victoria obtenida, le hacía llegar sus felicitaciones, haciendo una exposición llena de ampulosidad, a la vez que exaltaba el valor de los vencedores del "Campo de las Carreras".

-¿Que pasó después?

Comenzaba otra etapa para Belgrano y los suyos en pos de su destino.

Su ruta el norte. Tiempo durante el cual, habrían de ser protagonistas
de nuevos y apasionantes episodios, jalonados con logros e infortunios; cuyo
inicio fue la ya célebre frase de Tristán, quien, al avistar a
los patriotas desde lo alto del cerro San Bernardo (Salta), exclamaba : "-¡Ni
que fueran pájaros!-"

Alberto Pereira Ríos.

Febrero de 2015

Obras Consultadas

Historia de Belgrano y de la independencia argentina; Bartolomé Mitre; Tomo II, Ed. Jakson 4ta. Edición.

Vida, Obra y Época de Manuel Belgrano. Ovidio Giménez, El Ateneo 1996.

Historia de la República Argentina; Vicente Fidel López; Tomo II; 9na. Edición 1975

Historia de Belgrano y de independencia argentina; Bartolomé Mitre; Tomo II; Editorial Jackson 4ta. Ed.

Memorias del general Gregorio Aráoz de La Madrid; Tomo I, Eudeba, 1968.

Memorias del General José María Paz; Tomo I; Editorial Schapire 1968.

Diccionario Histórico Argentino; Iones S. Wright – Lisa M. Nekhom; Emecé 1990

Atlas Histórico Militar Argentino; coronel Martín Suárez; Círculo Militar de Buenos Aires; Biblioteca del oficial; 1974.

Memorias para la Historia de las armas españolas en el Perú; Tomo I; General Andrés García Camba. Archivo y Biblioteca Nacional de Bolivia. S. T. de Hortelano y Compañía; Madrid 1846

Parte oficial de la batalla de Tucumán.

Epistolario Belgraniano; Ed. Nueva Dimensión Argentina; 2001

Memorias Curiosas; Juan Manuel Beruti, Emecé 2001

La guerra gaucha; Leopoldo Lugones, Colección Centuria 1962

Memorias sobre la gesta emancipadora del Ejército del Norte; Cnel. Lorenzo Lugones. www.lagazeta.com.ar

Historia de la Revolución Hispanoamericana; Mariano Torrente; Tomo I; Pgs. 266/ www.librosdescargar.com

Recuerdos Históricos sobre las campañas del
ejército auxiliar del Perú en la guerra de la independencia. Ed.
Imprenta de la Revista. Bs. As. 1855

 

 

 

 

Autor:

Alberto Pereira Ríos.

Noviembre de 2015

A.P.R.

Partes: 1, 2
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